El boll weevil, el insecto del cual tomamos nuestro rocambolesco nombre, tomó carácter de plaga en tierras americanas en unos ya lejanos años ’20 del pasado siglo, asolando todas las plantaciones de algodón de los estados por los que pasaba. Esto, que como puede uno imaginar, fue una debacle para todos aquellos aparceros que vivían del algodón, obligó a replantearse otras plantaciones que no se vieran afectada por esta plaga y de las que poder vivir con cierta dignidad… plantaciones que, quién iba a decirlo cuando el hambre apremiaba, terminaron siendo mucho más lucrativas para las economías de la región.
El odiado bicho pasó a ser amado en cuestión de pocas décadas, llegando a formar parte de la cultura popular estadounidense: desde una estatua en su honor en Enterprise (Atlanta) a ser el título de numerosas canciones (Lead Belly, Woodie Guthrie) o convertirse incluso la mascota de la Universidad de Monticello, Arkansas.
Curiosas paradojas de un destino, física y temporalmente alejado, que nos acercan a…
Madrid (2014), donde tres individuos rodeados de humos y vapores en un anodino local de ensayo, amantes de la música negra en su más amplia concepción, deciden que es el mejor nombre del mundo para formar un imperio.
Jugando con las palabras deforman el nombre hasta hacerlo casi irreconocible, convirtiéndolo finalmente en lo que es hoy, los Boo Boo Weavils:
Los padres de esta pequeña criatura somos Francisco Javier Gonzalo (guitarras, lap steel), Chema Contreras (bajo) y Alba Castillo (voz). Tras unas pocas idas y venidas en la formación, en 2019 entra Elvira Sodalita, una de las bateristas más activas de la escena madrileña de Blues.
Los años nos han regalado el poder patearnos decenas de escenarios: desde salas míticas como el Savoy (Gijón) o el Moe Club (nuestra casa en Madrid) a teatros centenarios (Salón Cervantes, Alcalá de Henares, Siglo XIX), festivales o centros culturales.
Dos discos dispares recogen todas nuestras influencias: primitivo rock’n’roll, nuestro amado blues, o tintes de rock setentón y funk… estilos que jalonan los microscópicos surcos de nuestros discos.
Porque, como dijimos al principio: estamos aquí para Soulin’ Your Blues!